Mi experiencia como docente y líder de grupo en Inglaterra ha sido una travesía inolvidable, marcada por la calidez y hospitalidad de los ciudadanos de Newcastle. Al llegar a esta ciudad, cargado de expectativas pero también de ciertos prejuicios, me encontré con algo que superó cualquier idea preconcebida: una amabilidad genuina y un deseo de conexión que no sólo enriquecieron mi experiencia, sino que también transformaron mi perspectiva sobre la cultura británica. Desde el primer día, mis alumnos y yo nos sentimos bienvenidos. Los habitantes de Newcastle nos sorprendieron con su disposición a ayudar, sus sonrisas sinceras y su interés por compartir su cultura. Este ambiente cálido permitió el desarrollo de lazos significativos entre nosotros y nuestros anfitriones, convirtiendo nuestra estadía en mucho más que un simple viaje educativo. Las interacciones diarias, desde charlas en cafés hasta intercambios en el aula, rompieron las barreras preconcebidas y nos recordaron la importancia de la empatía y el entendimiento mutuo. Además, ser la voz y testimonio del buen trato y la amena convivencia que experimentamos se ha convertido en una responsabilidad que valoro profundamente. Desde el ofrecimiento constante de ayuda por parte de los ciudadanos, hasta la alegría y los buenos deseos que recibimos por la victoria de nuestra selección en la Copa América, cada interacción fue un claro recordatorio de que la fraternidad y el respeto pueden florecer entre naciones. Estas experiencias me han llevado a ser un embajador de esos sentimientos en nuestra tierra, defendiendo la idea de que podemos y debemos apostar a la convivencia pacífica y a la solidaridad entre culturas. Es fundamental reconocer que, a menudo, la idiosincrasia argentina puede llevarnos a pensar que la hostilidad entre naciones es la norma. Sin embargo, mi experiencia en Newcastle me enseñó que estas ideas son, en su mayoría, estereotipos que debemos erradicar. La hostilidad no se encuentra en las calles ni en los corazones de las personas comunes, sino que es alimentada por decisiones políticas que a menudo escapan a nuestro control. Aprendí que el respeto hacia otras culturas y la apertura al diálogo son herramientas poderosas que pueden construir puentes y derribar muros

Silvina Lazo y Pedro Pablo Verasaluse 

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